Pablo Mikozzi es actor, dramaturgo y triunfal figura del under teatral. Con su humor ácido se zambulle en las zonas más polémicas de la sociedad; en lo más áspero de su querida y amada Argentina.
- Pablo Mikozzi, Actor y Dramaturgo
Las luces de la sala I del Teatro Moulin Blue se apagan y los espectadores, sentados en sus mesas, comienzan a disolver los sonidos que producen con el obligado combo cerveza-maní. Ante la mirada expectante de los presentes, Pablo Micozzi – actor, dramaturgo y protagonista de la noche – todavía está en su camarín preparándose. Se encuentra en ese momento exacto en el que los artistas, en silencio y con los ojos cerrados, atraviesan por una suerte de trance cósmico que repentinamente los convierte en algo que no son; en el personaje que en minutos deben interpretar. Para Micozzi la cosa es aún más complicada: esta noche interpretará seis roles, el primero de ellos, un Bufón. Sabe bien cuál es la mejor manera de acallar la ansiedad pre escenario: sentarse a fumar un porro con su ropa de bufón en el inodoro más cercano a la única ventana pequeña del lugar, que servirá para aislar el olor. Al parecer, la nerviosa expectativa no es sólo del protagonista: el equipo entero lo acompaña en el rito.
- «Esta hablando del faso»: Mikozzi y su ritual antes de salir a escena
Así es Pablo Micozzi: un apasionado por su trabajo, el artista que siente el deber por nadar en las áreas más profundas de sus personajes y que todo recurso es válido para lograr ese objetivo. Es el Micozzi sin prejuicios (al menos de aquellos condenados comúnmente por la sociedad), el señor de los monólogos que paradójicamente disfruta del trabajo en equipo y el que en minutos les demostrará a los espectadores la acidez que pueden alcanzar sus personajes. Cree en el misticismo, en el romance, en la izquierda nacional y en impulsar el cambio de una sociedad que, según él, está cada vez más perturbada.
Pablo Micozzi tiene 36 y más de la mitad de ellos fueron dedicados a la actuación. Mide cerca de 1,70 mts. y se mantiene en forma, aunque no puede evitar que aflore la panza cervecera, de esas que – incluso sin el néctar del lúpulo – la mayoría de los que pasaron los 35 no pueden ocultar. Tiene cabello negro y enrulado. La porra de pelocabello que vemos no es más que una ilusión: por detrás, la superficie de su cabeza ya comienza a revelarse.
Su mundo es el del teatro under, un circuito poco comercial, pero muy desarrollado y explotado en la última década.
“Trabajar en el circuito under para mi es crecer y crear mi propio estilo, es conectarme con gente mucho más interesante que en el mundo comercial, es un lugar donde te ponés polifacético por que sos actor, productor, volantero, todo al mismo tiempo, y ahí la dramaturgia se vuelve algo muy interesante”, asegura Micozzi con una expresión de profundo placer cuando habla de su trabajo. Y aclara: “El under no es una sala de espera hasta que nos contraten en el circuito comercial, sino que es profundizar en la dramaturgia y construir tu propia impronta”.
«Trabajar en el circuito under para mi es crecer y crear mi propio estilo, es conectarme con gente mucho más interesante que en el mundo comercial».
Su infancia, adolescencia y juventud transcurrió en el segundo cordón del sur de la provincia de Buenos Aires: nació en Berazategui y se crió en Quilmes en el seno de una familia tipo de clase media y la relación con sus padres siempre fue buena. Ambos viven y el diálogo con ellos es recurrente. Asistió a la Escuela Nacional Comercial de Quilmes (E.N.C.I.P. n 1º), más conocido en el barrio como el Comercial nº1.
En la adolescencia comenzó a interesarse por la actuación. Quizás haya sido su extrovertida personalidad la que lo impulsó a zambullirse en el mundo del teatro, o quizás fue algo que siempre llevó en las venas. Él no lo sabe bien, pero lo que importa es que finalmente ese universo se enredó en su vida y hoy es una de las cosas que, junto a su familia, más felicidad le dan.
- Mikozzi y su naturalidad
Fue en Quilmes donde atravesó algunas de las situaciones que más tarde serían detonantes de su pasión por la actuación y del humor ácido que lo caracteriza. Es casi la marca registrada de su performance profesional.
Churrinche es un hombre muy conocido en las veredas de Quilmes: vive en la calle desde que era chico y desde entonces se pasea por el centro de la localidad haciéndole bromas a los transeúntes: “Es un ser totalmente a la intemperie, que se defiende a capa y espada y con fantasía de su propia terror social, y que se mezcla entre la gente a través de eso”, describe Micozzi. Y agrega: “El tipo iba y le hacía bromas a los chicos antes de entrar a las discotecas y les decía ¨Guau, guau, soy tu perrito¨, marcando justamente la diferencia entre ellos y él”. Esa situación recurrente en su juventud no sólo lo interpeló para analizar de manera más profunda la estructura y disfunciones de la sociedad, sino también para transformar las torpes injusticias en un humor que, en el fondo, describe lo más aterrorizante de las comunidades humanas. “Las personas pobres o marginales son como fantasmas: nadie quiere verlos, son como invisibles”, denuncia Micozzi con cierta indignación pero con el tono de quién asegura tener la verdad. No es casualidad que Rey Lumpen, un chico de la calle y uno de los personajes de Por el Lado más Bestia, su último show, se presente a los espectadores diciendo: “Yo soy un duende: ustedes no me ven, pero cuando yo quiera ustedes me van a ver”.
- Mikozzi y su pasión más grande: el teatro
Cuando descubrió que la actuación era su vocación no tardó en comenzar a formarse de manera oficial. Comenzó estudiando en el taller de teatro Calibán dirigido por Norman Brisky. Un tiempo después estudió actuación en la Escuela Nacional de Artes Dramáticas y Títeres de Avellaneda. Pero ese fue sólo el inicio. Con los años su formación se alimentó de una amplia variedad de cursos en diversos ambientes de la actuación: Improvisación con Mosquito Sancineto, uno de los actores más reconocidos en ese rubro; Técnicas de mimo, clown y bufón con Daniel Casablanca, parte del elenco estable de Les Luthiers; cursos de Creación de personajes en el Centro Cultural Rojas; y Circo en la Escuela de Circo de Berazategui.
Los primeros intentos para insertarse en el mundo laboral de la actuación no fueron fáciles. “Comencé sólo, haciendo sketches en bares y pubs, pero nadie me contrataba”, cuenta. Afortunadamente en el 2000 logró insertarse en el mundo de los subsuelos, y el local Cemento – lugar mítico del under rockero y semillero de muchas de las bandas más reconocidas de la actualidad – fue quién le abrió los brazos y lo envolvió en el cálido mundo de la experimentación teatral. “Ser convocado para trabajar ahí fue algo sumamente importante en mi vida”, cuenta Micozzi. Y continúa: “Trabajé tres años allá y aprendí muchísimo, fue el lugar que me permitió crear mis propios proyectos y comenzar a concretarlos”. Y así fue. En los primeros años de la década del 2000, paralelamente a su trabajo en Cemento, Pablo comenzó a poner en escena sus proyectos personales en el bar El fín del Mundo, en el barrio de San Telmo.
- Pablo Mikozzi vivió en carne propia los inicios de las revueltas del 2001: «Sentimos las cacerolas, no entendíamos qué era o qué estaba pasando; al final, no se porqué fue, pero paseé toda la noche ahí»
En la conclusión del año 2001, unos pocos días antes de navidad, el país se enfrentaba a una de las convulsiones sociales y económicas más profundas de los últimos años, de esas que los libros de historia recordarán por siempre. El fatídico 19 de diciembre lo encontró a Pablo en el local under, en una noche donde el lugar escaseaba de personas. Pero eso no los alarmó, sabían que solía ser habitual. Lo que no sabían era que esa noche no iba a ser tan corriente como las demás, ni para ellos, ni para nadie en el país. “Como ese día no vino casi nadie decidimos salir a dar una vuelta”, relata Pablo. “Vimos en la esquina una familia tocando unas cacerolas, al rato vimos otra, y luego otra, y para cuando llegamos a San Telmo ya había columnas gigantes de personas, no entendíamos que era o que estaba pasando; no se porque, pero pasé toda la noche allí y me fui recién al día siguiente a las tres de la tarde”, explica. Esa noche no pasó en vano.
- La crisis como inspiración: Mikozzi burlando a la TV
La crisis del 2001 dejó una marca profunda en la vida de Micozzi, una cicatriz que, paradójicamente, tuvo una doble cara: la pobreza y el nacimiento de una nueva veta profesional. “Como persona la crisis me afectó directamente, me quedé sin trabajo, vivía en una pensión mugrosa, no me podían pagar la indemnización ni el seguro de trabajo porque los bancos estaban empezando a cerrar y eso aceleró mi necesidad de trabajar y de expresarme, había que salir rápido a actuar en cualquier lugar, simplemente pararse, hablar y mostrar que uno podía hacer algo y ganar el dinero directamente”, cuenta Pablo. Además de la necesidad de autosustentarse, la crisis fue, simultáneamente, el trampolín para despuntar el desarrollo del under. Así lo explica Micozzi: “Como actor la crisis fue inspiradora porque el caos alrededor era instigador para crear, la gente se volcó muchísimo al teatro después de los acontecimientos del 2001 y quiso empezar a ver cosas populares que reflejaran netamente lo que se estaba viviendo, y nosotros pertenecíamos un poco más a la gente y decíamos lo que ellos pensaban; allí también yo sentí el impulso de desarrollar todos los personajes que hoy presento que se caracterizan por relatar la realidad de manera ácida”. Y agrega: “El precio también sumó más público: el vestuario, las luces, la prensa, todo lo hacíamos nosotros y los precios eran accesibles, además muchos productores arrugaron y cerraron varias de las grandes salas”.
- Pablo Mikozzi en plena acción
De la misma forma en que Micozzi usó la crisis como fuente de ideas, la sociedad es también el semillero de sus personajes y de la forma de construirlos: “La inspiración para mi es salir a la calle y mirar, me interesa el zoologico social y reproducir algunas cosas y tergiversar otras para poder opinar desde el medio”, explica. El sentimiento detonador para desarrollar la arquitectura de sus personajes no es precisamente el más feliz: “En muchas ocasiones veo el dolor de la gente, las ambiciones y una profunda soledad, y eso me inspira y quiero retratarlo desde una mirada crítica”, dice.
Su último show, Por el lado más Bestia (un espectáculo que recopila algunos de los personajes más ácidos de su carrera), representa mucho de la forma de trabajo del actor. El bufón, el primer personaje en escena, es para Pablo la mejor representación de ello: “Esta figura podía decir lo que quisiese frente al rey, pero éste también podía mandarle a cortar la cabeza, y de eso se trata, de ponerse ahí como una persona que interpela frente a la realidad y que puede perder la cabeza por un chiste, representa el rencor social, es como un asesino serial del humor y tal vez un vengador; en ese sentido, todo mis números tienen un poco de venganza”.
Mikozzi: la convivencia entre el artista y el padre
Pablo Micozzi es histriónico, hablador y veloz para las respuestas. Es de esas personas que siempre saben que responder, que nunca dudan de sus palabras y que guarda preparado el latiguillo para cada situación controvertida. Hoy vive en San Telmo, Buenos Aires, “Argentina, la galaxia”, como él la llama. Su departamento en la calle Humberto I es pequeño, pero no hay demasiados muebles que puedan abarrotarse y eso le da cierta sensación de amplitud. El ventanal y el humilde balcón – es chico y algo despojado – que dan a la calle dejan al sol entrar con fuerza en el living que, ahora, parece más extenso. En su casa, Pablo se siente cómodo. Suele vestirse con un sweater de lana verde. No recuerda bien hace cuanto lo tiene, pero está carcomido por algunas polillas que se auto delatan en tres agujeros en el hombro izquierdo y que revelan la remera rojo sangre que está por debajo. En el suelo hay varios juguetes desparramados, la mayoría son de esos personajes que surgieron cerca de la década del ´90 y que todavía hoy siguen moviendo varios billetes para las industrias del rubro: Woody y Buzz de Toy Story, Simba de El Rey León, y un pequeño Genio, el personaje de la película Aladdín. Es que Pablo comparte su vida con Guadalupe Arias, su pareja, y su hijo Boris, de cinco años de edad. Ambos constituyen el bastón más importante de su vida. De hecho, Pablo se reconoce a si mismo como “actor, dramaturgo, papá de Boris y compañero de Guadalupe”.
El duo parece funcionar a la perfección en la cotidianeidad, donde todo transcurre en calma. Pablo lleva a Boris al colegio y más tarde Guadalupe lo espera con mate y te para cuidar la voz. Mientras suena la música, la pareja comienza a fumar un porro cuidadosamente armado, y entonces, alcanzan el grado más profundo de relax.
Se hace la hora del almuerzo y suena la puerta. Boris está del otro lado. Pablo se sobresalta, apaga el cigarrillo con rapidez. Aletea el aire con las manos, intentado que el verde aroma se esfume a través del ventanal. Y entonces Pablo abre la puerta y se funde en el tierno abrazo de Boris.